21 de marzo 2013 en un punto del municipio de Manilva.
– Toc, toc….
+ ¿Quién es?
– La policía
+ Dime, ¿Qué pasa?
– Traemos tu carta de despido, también el cheque con el finiquito, el cheque con la última nómina y la correspondiente cantidad que viene a indemnizarte por no darte los quince días de preaviso que la ley contempla.
+ ¿Significa eso que mañana no voy a trabajar?
– Si
Mi nombre es Sabrina Serrano Álvarez, he trabajado en el Ayuntamiento de Manilva 8 años, en el mismo departamento. No escribo de lo justo o injusto de mi despido o de las causas aducidas para llevarlo a cabo.
Aclaro también, que lo hago desde la conciencia de que el ayuntamiento de Manilva, y la administración pública, necesitan cambios drásticos, que quizá tengan que afectar a las numerosas plantillas de trabajadores, pero no podemos obviar que los políticos, que la están subsanando (detentando, dirigiendo,…), son los principales responsables de esta situación.
Asumido esto, y como parte integrante de la historia, os cuento que he leído la nota de prensa “El Ayuntamiento inicia el Plan de Ajuste” publicada después de ejecutar los despidos (para no estropearnos la sorpresa), y lo que se da a entender a la ciudadanía, no se corresponde con la realidad que he vivido en primera persona.
En el puesto que ostentaba, auxiliar administrativo en la Delegación de Bienestar Social, tenía un número importante de superiores jerárquicos, directoras de área, concejala, concejal de recursos humanos (entiendo con responsabilidad sobre toda la plantilla), y la alcaldesa, así como el resto de personal político.
También, y por trabajar a disposición del Centro de Servicios Sociales Comunitarios de la Costa del Sol Occidental, Diputación de Málaga, he dependido de las directrices de otros superiores, los cuales me llamaron inmediatamente (como corresponde) al conocer la noticia.
Cuando pegan a TU PUERTA, después de 8 años de trabajo en una empresa, para darte la carta de despido, sientes que más que despedirte, te están acusando de algo. Me recordaba un amigo las palabras de Churchil, sobre que estar en democracia garantiza que el único que llamará a tu puerta a las 5 de la mañana será el lechero, en clara contraposición al régimen stalinista. Para mi, y es una sensación, resulta intimidante y bochornoso que sea un AGENTE DE LA LEY, el que vaya, A TU CASA, A DESPEDIRTE. Ya he mencionado el número de superiores que se podían haber encargado de hacerlo.
El resto de compañeros despedidos (en esta tanda y las anteriores) han recibido el mismo tratamiento, obviando el diplomático “tenemos que dejar de contar con tus servicios”, “no podemos mantener la nómina”, “hay otros puestos de mayor importancia” …O simplemente, dame el decreto de despido y dime que me lo lea, pero hazlo en HORARIO LABORAL, DELANTE DE UNA MESA Y MÍRAME A LOS OJOS.
El momento fulminante, es en el que te das cuenta de que el policía, con todo el agrado que le puede añadir al asunto, te está diciendo que le firmes los cheques con los que se finiquita tu trabajo en el ayuntamiento y que en la nómina te han incluido pago de las vacaciones e indemnización por no darte los quince días de preaviso que marca la ley (esta cantidad, en mi caso, es de 780, 00 €, cuantía que se podrían haber ahorrado actuando en tiempo y forma, una muy sencilla medida de contención económica) y te preguntas “¿Qué error de tal gravedad puedo haber cometido para que el cese en mi puesto sea inminente, para que ni siquiera me dejen cumplir con la responsabilidad de terminar el trabajo que tengo pendiente?”
Esto, evidentemente, dura sólo unos minutos, el tiempo suficiente para que la razón te alumbre.
La pregunta razonable es “¿Qué clase de gerente no se digna, ni siquiera, a ejercer sus responsabilidades más directas?” “¿Cómo puede una persona detentar un cargo de tanta responsabilidad y no saber gestionar con humanidad (no hablo ya de criterio legal, objetividad, etc)?”
La reflexión continúa, y lo peor está por venir. Los dirigentes que han decidido llevar a cabo mi despido, de esta más que reprobable manera, no sólo están al frente de una empresa de la que dependen más de 450 personas, están al frente de un pueblo de aproximadamente 15.000 habitantes.
No puedo evitar pensar “¿En manos de quiénes nos encontramos como ciudadanos?”
Vuelvo a insistir en que hago referencia a la forma de despedir, de la premeditación para hacer sentir a una persona indigna, porque, sin querer, sin premeditación, seguro que no se puede hacer tan mal.
Además, entiendo (insisto en que son apreciaciones personales) que la manera de “comunicarme” el despido, no es un acto denigrante ni desolador sólo para mí y los que han corrido la misma suerte, entraña un mensaje bastante abrumador para los compañeros que se quedan en sus puestos de trabajo.
Estos trabajadores desconocen la existencia de las pautas y el baremo para la aplicación de este Plan de Ajuste (al menos yo, las desconocía). Me atrevo a deducir que a esta angustia se une la sensación de poder correr la misma suerte que nosotros, no de ser despedidos, sino de serlo de esta manera sorpresiva, fulminante e inminente.
La siguiente pregunta es “¿Es este modus operandi, fácil y objetivamente calificable, el patrón que nuestros gobernantes siguen para cualquier cosa que acometen, es esta su seña de identidad?”
La respuesta es escalofriantemente dura.
Hoy, aquí y ahora, lo único que se me ocurre hacer al respecto, es ejercer mi derecho a la voz, a la libertad de expresión, esa, que por nuestra propia culpa está, cada vez más, en desuso.
Comparto mi opinión personal (más acertada o menos) sin hablar de las personas, sino de sus acciones políticas, a lo cual tengo, como ciudadana, derecho. No tengo la pretensión de ofender a nadie, sólo he decidido decir lo que pienso ante un acto que considero inapropiado para las personas que representan a un pueblo, ya que en su calidad de gestores, me han avergonzado, por la forma indigna en la que me han despedido. Gracias a que rápidamente entendí que la vergüenza y la indignidad no me corresponden a mí en este caso.
Los que han decidido, permitido y participado en que se actúe de esta manera son mis gobernantes y los tuyos. Con estos actos hablan de ellos mismos. Yo también elijo hablar, para no seguir siendo parte del sustento de esta clase de dirigentes, porque el pueblo SOBERANO, si calla otorga.
@Sabrinaserr
En el caso de mi marido,a el lo despidieron en el 2009 por motivode la deuda con la seguridad social,a día de hoy denunciado no tenemos respuesta todavía.a9 de noviembre del 2014.