Los amigos de Iluana acompañados por Ildefonso Navarro (arqueólogo del Ayuntamiento de Estepona) visitan las excavaciones del cerro de Alcorrín donde el Instituto arquelológico Aleman con su directora Dirce Marzoli al frente de los trabajos se encuentran muy contentos de los avances conseguidos este año. En estos trabajos tambien se encuentra el arqueólogo municipal Cesar León así como el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Fernando Lopez Pardo.

Se trata de una excavación que pertenece a la época del bronce final, siglo noveno antes de cristo, con unos tres mil años de antigüedad. La zona cuenta con 12 hectáreas con una muralla de dos kilometros y medio que rodea toda la excavación. Este año se están realizando varios sondeos para completar la planta de la casa ya descubierta en trabajos anteriores y descubrir una nueva ya situada sobre el terreno. Ambas viviendas están ubicadas en la acrópolis de la ciudad. Con estos nuevos trabajos se podrá visualizar mejor las características que tenía esta población, indígena de la zona, y la relación que tuvo con el pueblo fenicio que también habitó estas tierras.

La influencia fenicia se hace patente en las viviendas de los Castillejos de Alcorrín en la adopción de la planta cuadrangular frente a las construcciones indígenas anteriores al período orientalizante de cabañas de planta circular, estas últimas no se documentan hasta el momento en el caso de Alcorrín. Esta nueva planta soluciona varios problemas, ya que permite la apertura de vanos de iluminación, facilita la utilización de materiales duros y hace más factible la subdivisión de los espacios interiores, algo realmente necesario cuando la actividad económica se multiplica y se hacen imprescindibles departamentos dedicados al almacenamiento, al trabajo o al descanso, todos interconectados entre si.
 
En las últimas campañas arqueológicas se ha investigado una vivienda de este tipo, con varias fases de ocupación como lo demuestran la existencia de varios suelos de uso y compartimentaciones posteriores de un edificio que en su origen presentaba grandes habitaciones diáfanas. Destaca su entrada, con forma trapezoidal a modo de porche, cuyo suelo aparece pavimentado con conchas marinas puestas boca abajo. En el interior de las habitaciones hallamos varios poyetes que servirían para colocar recipientes, además de la existencia de dos hogares para cocinar, éstos, consisten en capas de barro sobre las que se colocaban un piso de fragmentos cerámicos que se calentaba con ascuas, las cuales, una vez caliente la base cerámica, se retiraban, colocándose sobre esta base una especie de tortas de harina. Junto a uno de estos hogares ha aparecido una piedra de moler fragmentada relacionada con la molienda de grano

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