EL karst de la sierra de la Utrera, en el término municipal de Casares, constituye uno de los espacios naturales más atractivos y menos conocidos de la provincia de Málaga. Encierra un patrimonio paleontológico singular que abarca desde el Jurásico hasta el Plioceno, con interesantes fósiles como los ammonites, cefalópodos extinguidos hace 65 millones de años.

En sus paredes rocosas viven comunidades de helechos y formaciones vegetales poco representadas en Andalucía. Además, este conjunto alberga numerosas colonias de especies protegidas por las legislaciones española y europea como el búho real, el águila perdicera, o el alimoche; murciélagos en sus cuevas y nutrias en las riberas de sus cursos fluviales.

Este rico muestrario se complementa con restos de ocupación humana que arrancan desde el Paleolítico Medio. El punto más destacado lo constituye la Cueva de Gran Duque ocupada por comunidades neolíticas, seguida de la Figura, las Asas y del Cántaro, recientemente investigadas. También se constatan restos desde finales del Bronce hasta la Edad del Hierro, aunque son yacimientos poco estudiados pese a que el estudio del impacto medioambiental y patrimonial, originado por la construcción de la autopista, ocasionó un elevado número de descubrimientos.

Villa Vieja, un gran promontorio de naturaleza kárstica a una altura de 340 metros sobre el nivel del mar, tuvo su primera ocupación a finales del segundo milenio a.C., y presenta la particularidad de contar con evidencias de enterramientos de esa época, previa a la cultura fenicia, además de una muralla de la que aún se conservan restos de algunos torreones.

El Canuto de la Utrera, desfiladero que divide a la sierra en dos zonas, concentra una gran diversidad patrimonial, geomorfológica y arqueológica. Adaptado para la práctica de las escaladas, es frecuentado por los amantes del alpinismo, quienes aprovechan las paredes rocosas para sus entrenamientos. De igual modo, es un lugar muy atractivo para la espeleología en sus cavidades rocosas, o el senderismo, ascendiendo desde los baños de la Hedionda, para superar el Canuto y culminar en el llamado Torcal, semejante al de Antequera aunque de dimensiones más reducidas.

Museo vivo

En síntesis, puede afirmarse que la sierra de la Utrera es uno de los complejos medioambientales más interesantes de la comarca, un museo vivo que debería integrarse en los proyectos curriculares de los colegios.

Mas a pesar de estas peculiaridades, sus distintos ecosistemas se encuentran amenazados por el avance de una cantera que ha puesto en jaque a los amantes de la Naturaleza por su irracional actividad. Desde hace más de 30 años, su desmesurado avance por la zona sur está destruyendo las mejores formaciones de karst y, con ellas, el hábitat de nidificación del alimoche y el águila perdicera.

La creación de la Plataforma para la Conservación de la Sierra de la Utrera, sus gestiones ante la Junta de Andalucía, no ha conseguido evitar esta masiva destrucción. Reivindican la declaración de Paraje Natural y su inclusión en la red internacional de Reservas de la Biosfera; la paralización de los trabajos en el entorno del Canuto, y una revisión de oficio para anular la licencia municipal concedida a la cantera. Un reto difícil con aspiraciones poco gratificantes que no han obtenido los resultados deseados, pues las autoridades correspondientes miran hacia otro lado. Hay un sospechoso mutismo en torno a esta explotación, acaso justificado en que la mayor parte de la piedra extraída está siendo utilizada en la ampliación del puerto de Algeciras, para la que se han llegado a enviar cien camiones diarios de piedra de escollera.

Atisbo de esperanza

Al día de hoy, y según me informan Felipe Román y Rosario Loring, se percibe un atisbo de esperanza puesto que la licencia de la Utrera II no ha sido prorrogada. Mas a pesar del movimiento ciudadano la otra cantera, legalizada en octubre de 1980, obtuvo una prórroga de 30 años en enero de 2008.

Aun así, la Junta ha limitado su explotación en una hectárea de terreno y ha marcado unos límites para evitar el deterioro del Canuto, aunque por el momento el avance es imparable. No obstante, la incoación del expediente para declarar Bien de Interés Cultural a la cueva de Gran Duque, es un gran paso que incita al optimismo pues, de conseguirse, protegerá una parte importante del conjunto de la Utrera y se evitará la destrucción de las cuevas que aun quedan.

La falta de sensibilidad hacia el patrimonio se evidencia en el desprecio hacia la Utrera y la escasa valoración que, sobre el patrimonio medioambiental y cultural, tienen muchos gobernantes. Esta pasividad incita a la reflexión sobre las razones que mueven al ser humano a depositar el poder en manos de quienes no saben o no quieren valorar las peculiaridades de los pueblos.

El expolio de nuestro patrimonio es un síntoma preocupante por cuanto, a quienes se encomendó su custodia, les incomodan las protestas de los ciudadanos. Está demostrado que les da igual.

Fuente: Diario Sur.

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